Bien temprano en la mañana sentí como si el Espíritu Santo me estuviese despertado y poniendo
una inquietud en mi Corazón, un peso de preocupación sobre mi alma. Y las palabras de Jesús en Mateo 5:43-44 permanecieron en mi mente todo el día. Jesús dice en Mateo, “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.” Para nosotros estas palabras son difíciles de obedecer. ¿Cómo podemos amar a aquellos que nos hacen mal? ¿Cómo bendecir a aquellos que no nos bendicen? A la verdad que este mandamiento de Jesús es uno que prueba si somos verdaderos discípulos. Pero a final de cuentas, es importante que despertemos a la realidad que Jesús no nos da una sugerencia, en un mandato divino. Este mandamiento de Jesús es el que me provoca gran preocupación. Y la preocupación no surge del hecho que tengamos que amar a un enemigo. Después de todo, la gran mayoría de nosotros evitamos el cruzar el camino de nuestros enemigos lo cual elimina toda posibilidad de ser forzados a amarles. Mi preocupación viene por nuestra inhabilidad de amar a aquellos con quien Dios nos ha puesto y con quien Él espera compartamos nuestra fe y nuestra vida. Y mi preocupación se comprueba cuando vemos a tantos Cristianos que abandonan su iglesia, a donde Dios los ha traído, porque alguien los mira de una forma no amigable o con desprecio. Tantos que abandonan su iglesia porque la predica del pastor o su consejo o sus palabras le ofendieron y le hicieron sentir “mal.” Tantos que abandonan la familia donde Dios les trajo para criarles porque la iglesia se siente fría. He aquí el punto de mi preocupación: si no podemos amar a aquellos redimidos por Cristo, por quien Cristo murió, quienes han sido lavados con su sangre, y con quien estaremos adorando al Cordero del cielo por una eternidad, mucho menos podremos llegar a amar a nuestro enemigo. Y como resultado, viviremos en desobediencia y las palabras de Cristo no permanecerán en nosotros ni nosotros en ella. Esto seria una tragedia. Lo interesante del caso es que Jesús sabia que nosotros naturalmente resistiríamos este llamado a amar. Y no solo que resistiríamos el amar a nuestros enemigos, sino también a nuestros hermanos y hermanas en la fe. En el verso 46 de Mateo 5 Jesús añade, “Porque si amáis a los que os aman, ¿Qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?” Nuestra recompensa no viene de vivir un Cristianismo cómodo ni fácil, donde participamos de una congregación perfecta o ideal. Nuestra recompensa viene de amar a aquellos a quien se hace difícil el amar; de abrirle las manos a aquellos que reúsan abrir sus manos; y de estimar a los demás como superiores a nosotros mismo (Fil 2:3). Te has preguntado, ¿Sera que aquellos a quien se nos hace difícil amar están ahí para que aprendamos a amar o para que le enseñemos a amar? ¿Aprenderemos o ejecutaremos la lección que Dios ha orquestado para nosotros? Mi oración es que así como Cristo nos ha amado, a pesar de nuestras tantas faltas, nosotros nos demos también a amar a aquellos que tienen faltas justo como las nuestras. Romanos 12:10 dice, “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” Así sea. Comments are closed.
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Romanos 12:2
"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta." Archivos
July 2021
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